viernes, 31 de octubre de 2014

LA HISTORIA DE TREBOUXIA


Microalga terrestre: Trebouxia sp.
 Imagen de http://www.naturamediterraneo.com/forum/topic.asp?TOPIC_ID=103546

Trebouxia arboricola (Ahmadjian, 1993) era un alga unicelular bien parecida, disponía de una hermosa pared y un inmenso cloroplasto que era la envidia de muchas, no tan agraciadas. No era cualquiera la belleza de su color, un verde intenso que brillaba especialmente al mediodía, cuando ella se disponía a hacer aquello que más le gustaba hacer, fotosintetizar. Los rayos del sol la envolvían plenamente y ella se dejaba acariciar por su calor y sentía cómo la vida golpeaba con fuerza al ritmo de un electrón desorbitado. Cualquiera que la observara en aquella corteza húmeda y cálida pensaría sencillamente que era un alga feliz..., aunque lo importante para ella era ser un alga libre..., un alga de vida libre. Muy pocas de su especie podían decir lo mismo.


Los organismos fotótrofos fotótrofos (del griego: photo = luz, troph = nutriente)  como las  algas, del género Trebouxia  son capaces de captar energía luminosa por medio de pigmentos fotosintéticos, almacenando la energía en forma de moléculas de glucosa. Imagen Trebouxia erici Ahmadjian
Trebouxia sabía que carecía de sexualidad y eso le inquietaba un poco. Con frecuencia había visto a otros habitantes próximos cómo intercambiaban cierto material que tenía la extraña cualidad de generar un nuevo individuo. Incluso Chlorella le contó, un tanto escandalizada, que ciertas bacterias se pasaban unas a otras el misterio material sin motivo aparente..., solo para cotillear, quizás.

Pero ella no, ella era un alga asexual y no se podía cambiar. Tenía sus ventajas, claro está; uno no se agotaba tanto en cada intercambio de aquellos y siempre lucía brillante y además..., ella nunca moría. Los demás dejaban aquel nuevo individuo y con el tiempo desaparecían. Lo suyo no era exactamente así, ella sencillamente se dividía. Lo había visto hacer en algunas ocasiones y no era en absoluto traumático, sin embargo, siempre tenía la misma pesadilla: ¿cuál de aquellas pequeñas algas resultantes sería ella?, ¿todas?..., ¡ninguna! Toda su vida tratando de definirse respecto a las otras algas tan parecidas a ella, para acabar al final sin saber quién era.   
Aquello le deprimía y sufría problemas de fosforilación contra los que ya le habían advertido, así que decidió no pensarlo tanto.
 

Trebouxia arboricola: Sinónimo: Trebouxia Humicola: células 2-25 μ, esférica, con una pared relativamente delgada
Bastante tenía con mantener su independencia, para lo cual se bañaba a diario en tibia urea. Aquello siempre le funcionó, transformaba su pared de tal forma que era como una coraza, un armazón (Molina et al., 1993). Ella era un alga de vida libre..., casi única en su género.... ¡lo máximo! 
Con frecuencia ser libre no era fácil. Los días de lluvia ella era feliz, el agua recalaba en su pared y permeaba con alegría por sus membranas, aquello era gozoso y ella se esforzaba en quedar bien repleta, alguna vez pensó que quizás reventaría..., nunca ocurrió. ¡Para que luego dijeran que ella no era hidrofílica! Lo hacía así para cuando llegaran los tiempos peores. El calor sofocante la deshidrataba y sin agua... ¿cómo fotosintetizar?, lo había conseguido en parte, pero no era suficiente (Arnon et al., 1956). 
No faltaban muchos ascomicetes y algún basidiomicete (Hawksworth et al., 1995) que la miraban hambrientos y con malas intenciones. La necesitaban y ella lo sabía.



 Aquellos fálicos, fenólicos facinerosos (Huneck & Yoshimura, 1996), parásitos sin escrúpulos, le lanzaban, envuelto en bonito papel celofán, paquetes de esporas que rápidamente germinaban peligrosamente cerca (Molina & Crespo, 2000). Le mostraban sus bonitos tejidos con los que, decían, construirían para ella sombrillas contra el sol ardiente de los meses de estío y le prometían un lecho de humedades sin fin que llamaban liquen. Sin embargo, a ella no podían engañarla con nombrecitos, aquello no dejaba de ser un hongo liquenizado y ¿dónde quedaba ella? Por esa razón, rechazaba sin más y esperaba con ansia la lluvia para escapar de allí cuanto antes.
Por supuesto, ella sabía que aquella unión funcionaba. Algunas de sus compañeras que surgieron de su misma división, se juntaron con alguno de esos hongos y formaron un talo de bonitos colores que vivía próximo, en aquel mismo tronco..., pero no, aquello de que agujerearan su pared sin permiso e introdujeran una de aquellas prolongaciones sin más (Ahmadjian, 1982; Honegger, 1984) no le parecía correcto. Ella siempre había sido un alga con clase. Después ya no había remedio, él organizaba tus divisiones (Molina et al., 1997; Honegger, 1984) y tus movimientos (Hill, 1993), entretejía a tu alrededor un armazón de diseño donde regulaba el agua disponible y del que sin duda, no se podía escapar (Honegger, 1997; Richardson, 1999). Y eso no era lo peor; aquello que a ella tanto le gustaba hacer... ¡fotosintetizar!, tendría que hacerlo para aquel envilecido (Hill & Ahmadjian, 1972), aquel hongo sin escrúpulos le robaría el fruto de su trabajo diario por una sombrilla..., ¡no gracias! que se buscara a otra para construir sus apotecios llenos de esporas mentirosas.

La reproducción sexual está a cargo del hongo, que desarrolla esporas en forma de apotecios, estructuras con forma de disco abierto.

Ella sabía, en el fondo de aquella memoria universal que sostiene a los que no mueren nunca, que la soledad puede ser el mejor regalo y que, como oyó decir una vez, no recuerda a quién: “mejor estar sola que mal acompañada”.

Bibliografía
Arnon, D.I., Allen, M.B. & Whatley, F.R. (1954). Nature 174: 394.
Ahmadjian, V. (1982). En: Progress in Phycological Research Vol I. (F.E. Round & D.J. Chapman, eds.) Elsevier, Amsterdam 179-233.
Ahmadjian, V. (1983). The Bryologist 96: 310-313.
Hawksworth D.L., Kirk, P.M., Sutton, B.C. & Pegler, D.N. (1995) Dictionary of the Fungi. CAB International, Wallingford.
Hill, D.J. (1993). Symbiosis 14: 325-333.
Hill, D.J. & Ahmadjina, V. (1972). Planta 103: 267-277.
Honegger, R. (1984). Lichenologist 16: 111-127.
Honegger, R. (1997). En: The mycota V Part A. Plant relationships (G.C. Carroll & P. Tudzynski, eds). Springer, Berlín 209-221.
Huneck, S. & Yoshimura, I. (1996). Identification of lichen substances. Springer, Berlin.
Molina, M.C., Muñiz, E. & Vicente, C. (1993). Plant Physiology and Biochemistry 31: 131-142.
Molina, M.C., Stocker-Wörgotter, E., Zorer, R., Türk, R & Vicente, C. (1997). En Eukaryotism and symbiosis. Intertaxonomic combination versus symbiotic adaptation (H.E.A. Schenk, R.G. Hermann, K.W. Jeon, N.E. Müller & W. Schewemmler, eds). Springer, Berlín 486-490.
Molina, M.C. & Crespo, A. (2000). Mycologycal Research: 104: 595-602.
Richardson, D.H.S. (1999). Mycological Research 103: 641-650. 



Información complementaria en: http://es.wikipedia.org/wiki/Liquen
Otra versión y mucha información e imágenes sobre líquenes en: http://treparriscosfieldnotebook.blogspot.com.es/2012/10/historia-de-un-alga-llamada-trebouxia.html
Comentarios:
Lleva años dando tumbos por la red pero es ahora cuando ha llegado a nosotros esta original narración de la Dra. Mª del Carmen Molina Cobos, no hemos podido evitar el atrevimiento de copiar y pegar su  escrito sobre la simbiosis alga-hongo que hasta los profanos en la materia reconocen como líquenes.
Tiene desde luego el enfoque de los últimos avances en ecología y fisiología vegetal, pero muy acertadamente la autora lejos de soslayar resonancias, de las que inevitablemente ocasionan cruces de miradas en el aula o sonrisas maliciosas de ciertos inmaduros estudiantes, cuando se manejan términos como penetración, sometimiento, autosuficiencia sexual . . .
Nuestra bióloga se pone al otro lado de la membrana del alga Trebouxia, poniendo voz a supuestos pensamientos  de este aparentemente simple organismo. El resultado de mezclar lo que podría haber sido una comunicación  usual de la literatura científica, con el discurso de las tan traídas y llevadas relaciones de género y sus problemáticas desde el punto de vista de la identidad y la autoestima,más aún si Jung en su magnífica aportación a la comprensión del proceso de individuación (véase su  Psicología y Alquimia) hubiera podido degustar este coktail de biología, sociología y sicología, seguro que le habría llamado la atención.
Nuestro querido naturalista Simón de Roxas si lo hubiera leído_­probado tal vez habría  repetido segunda copa, nunca sabremos si por la rareza del brebaje o por resonancias gustativas y sensoriales de esas que desencadenan emociones y recuerdos.
Aunque vaya usted a saber, Simón de Roxas pionero de los estudios de algas, hongos y líquenes en nuestro país, a quien no se le conoció más afición al femenino singular que el artículo que precede a la Ciencia, tenía sobre estos temas reservas y baluartes almenados, por no hablar de fosos y puentes levadizos que rara vez franqueaban sentimientos, que emergen como rarísima brizna en alguna  confidencia a su amigo del alma Lagasca, a propósito de una tal Doña Micaela  - amiga común - a la que da recuerdos, manda reñir por demorarse en contestar misiva, o se franquea con D. Mariano con respecto a ella con un :” . . .pero soy tan delicado”. 
Es muy posible que como indica  Perez Rubín (2009) El testamento anotado del botánico Mariano Lagasca Barcelona 1839, esta dama fuera Micaela Carrasco, hermana de Antonia Carrasco, la esposa de Lagasca y por tanto su cuñada y tía de sus hijos.
Ambos naturalistas respecto a sus relaciones con las féminas, en una época en que la mujer era única e inevitablemente: un buen partido como esposa o un objeto decorativo o una pieza a acechar en los salones y abatir en la alcoba, tuvieron alumnas y mantuvieron significativas relaciones científicas y de verdadera y entrañable  amistad con las pioneras naturalistas de principios del XIX.

 Mª Josefa Lapiedra a quien Lagasca  dedicó esta Amaryllidaceae
 fue una naturalista, alumna, corresponsal y entrañable amiga de Simón de Roxas.
Imagen invernal de esta conocida especie cultivada en el RJB de Madrid, original del autor.