sábado, 30 de abril de 2016

CLEMENTE Y LAS CARTOGRAFIAS 2ª Parte.





Mulhacén desde la Alcazaba imagen de http://www.pirineos3000.com/croquis/ascensiones/800x600/19267.jpg
Dejamos en el post anterior como última imagen la portada de los Elementos de Geografía Astronómica, Natural y Política de España y Portugal que publicó en 1808 Isidoro Antillón. En su prólogo el autor nos explica el origen:

. . . desde luego que el rey me confirió la cátedra de astronomía geografía e historia del Real Seminario de Nobles de Madrid, trate de disponer unas lecciones en que los jóvenes estudiasen con método y con alguna detención los elementos de la descripción de España, en los 8 años que han mediado desde aquella época he retocado y corregido estos cuadernos ya con nuevas y más exactas noticias ya variando el orden y la distribución de materias y así se ha compuesto un libro, que pensando puede ser útil al público y sobre todo a la juventud española doy por fin a luz, más seguro de la falta que hacía en la instrucción nacional que de su mérito y valor.
 
Efectivamente partiendo de los apuntes iniciales de sus clases Antillón fue contrastando, actualizando elaborandolos y en 1806  los publica como: 


Entre  multitud de datos desliza uno especialmente nuevo:


Estos cálculos recientes en la fecha no habían sido publicados aún por Simón de Roxas. Lo cual nos conduce a ese resbaladizo y umbrío terreno de la propiedad y autoría de los descubrimientos geográficos y a su comunicación publica.
 Llama la atención que las primeras informaciones en que ofrece Simón de Roxas sus mediciones de estas alturas máximas de Sª Nevada, sean en el Semanario de Agricultura y Artes y merece que nos detengamos en esta revista semanal - toda una institución en la época – que el año anterior había pasado a ser editada por un nuevo equipo de profesores del Jardín Botánico madrileño, al que había vuelto de su expedición granadina Simón de Roxas.
El primer número de 1807  trae la primera entrega del Ensayo de las variedades de la vid. . . en Andalucía, que Clemente llevaba "perfeccionando" desde 1802.* y ese mismo año publicara al fin   como libro.
En una nota de la tercera entrega (salió el 15 de enero) vemos en referencia a sus determinaciones de las máximas elevaciones de Sª Nevada concretamente al Veleta:

  
Si se miden las alturas de Sª Nevada - verdadera hazaña para la época – la información no es de la misma calidad si tus datos son publicados por otro investigador. Lo cual se complica si  representan  descubrimientos de cierta magnitud  – hasta el momento se pensaba que las alturas máximas de la península estaban en Pirineos – o permiten completar informaciones clave sobre el relieve, clima, hidrología, etc. en territorios antes no explorados.
Tras este episodo Isidoro Antillón seguirá perfeccionando su obra que reeditara por pura anecdota del destino en 1808 como vimos al principio, pero por las alturas de los despeñaderos peninsulares van a precipitarse acontecimientos de otra naturaleza.
Ignorante como la mayoria de la sociedad peninsular de lo que va a caer por esta geografía, al menos nos da cumplida idea de las dimensiones de los abismos del territorio: las alturas máximas de Sª Nevada.  
Esta vez más circunstanciadamente cuando hace la relación crítica de las obras que ha consultado nombra la también nueva:
Ensayo sobre las variedades de la vid común que vegetan en Andalucía, por Don Simón de Rójas Clemente: Madrid, 1807. En este libro reunió su autor muchas noticias curiosas sobre la agricultura y topografía física de parte del reyno de Granada, que recorrió de orden y a expensas del gobierno en 1804 y 1805. Siempre que hago uso de algunas determinaciones suyas sobre la altura de montañas, o que se hallan en esta obra, ó me comunicó privadamente en una nota que conservo, lo cito en el texto con la abreviatura de (RC).

Veamos estos recortes:
                                            Pág. 62.  
                                            Pág. 261.
                                              Pág. 262.

                                            Pág.269. 
 

Podemos apreciar como de la ligera  aportación de 1806  tras la protesta de Simón de Roxas, en la publicación de 1808 la cuestión de las alturas de Sª Nevada se trata más, mejor y salen nuevas mediciones. Algunas directa o literalmente tomadas de la obra de Clemente, pero otras que solo pueden ser fruto de su comunicación personal.

Escaleras de acceso al aulario del Real Seminario de Nobles de Madrid.
Simón de Roxas  e Isidoro Antillón coincidieron  a finales de 1799 en Madrid donde ambos comienzan a transitar estas escaleras como profesores de la añeja y aún elitista institución docente cortesana. Clemente no sacó la oposición a la cátedra de Hebreo en estos tambien conocidos como Reales Estudios de S. Isidro, pero las sustituciones que le confiaron el magisterio en su dificil especialidad le permitieron subsitir en la corte y sobre todo relacionarse con los personajes preeminentes de la ciencia del entorno.
Pero el suceso fundamental desde la niñez ambos han estado de alumnos, pasan ahora al otro lado, a formar parte del claustro de profesores, diseño del plan de estudios y materias docentes (equivalentes a lo que hoy seria un instituto de segunda enseñanza) y toman posesión de sus añejas bases de datos, biblioteca, laboratorio, mapas . . .
Isidoro Antillón que completa en ese mismo lugar y momento la metamorfosis, obtuvo por oposición en marzo de ese año la cátedra vacante de Geografía, Cronología e Historia, en la que comenzo - de profesor sustituto como Simón de Roxas - el primer curso del nuevo siglo.
Ambos casi de la misma edad (23 años) - sin duda los profesores más jóvenes - tenían mucho en común, aunque Isidoro Antillón representará y se comprometerá a una ruptura radical con la actitud cortesana de la mayoria de Clemente, Lagasca y la mayoria de científicos de la época.
Muy desconocido fuera de los especialistas, la mayoria ignora que la formacion de geografia de las escuelas donde aprenderan los niños españoles la asignatura hasta nuestros dias, la cantinela de cordilleras, rios, provincias . . . fue original de Antillón y también algo de Bory de Saint Vincent más que de ningunos otros. 
Igualmente tras Antillón que denunció los castigos corporales en la escuela, logró al menos ver en su corta vida como la mayoria de los maestros tomo conciencia y obró en consecuencia dejando de pegar a los niños.
Lamentablemente ocupa también un lugar preeminente en la lista de los naturalistas proscritos por el poder, figurando en las representaciones del ideario del héroe romántico concretamente, en el lamentable panteón de mártires de la ciencia y el liberalismo hispanos. 
A Antillón al fin le llegaría un segundo reconocimiento (el primero que le dieron los constituciónalistas de 1820, su recoleto panteón en su pueblo turolense de Santa Eulalia fue salvajemente profanado por una partida realista en 1823)  la reina Isabel II en 1848 reconoció sus eminentes servicios al trono y a la causa liberal, concediendo el titulo de condesa de Antillón a sus descendientes dándoselo a su viuda Mª Josefa de Piles y Rubín que podemos aventurar hubiera preferido cuidar a su esposo y tenerlo a su lado todos esos años. 

  
Salvando las distancias oceánicas podriamos pensar que Isidoro Antillón es una especie histórica vicariante de la novogranadina - hoy colombiana - Francisco José de Caldas y Tenorio (1768 - 1816), otro personaje y mente maravillosa en su tiempo, lucidez, coeherencia  y espíritu a juego, al que su nueva nación no tardo tanto en  hacerle los honores. 
Como Simón de Roxas se lanzó a cultivar varias ramas del saber, entre ellas la meteorología y a acariciar la idea de los patrones fitoclimáticos y el funcionamiento del planeta Tierra, pero como a Antillón su coherencia vital lo hizo víctima de las tinieblas involucionistas y fundamentalistas con que ciertos oscuros personajes en todas las epocas pretenden mantener a raya el progreso y la libertad y escarmentar las disidencias.




Diez años más joven que Simón de Roxas y 9 que Antillón pero como ellos erudito, extraordinario naturalista de campo y escritor pionero de la divulgación científica, en 1801 publicó el artículo "La verdadera altura del Cerro de Guadalupe" en el Correo Curioso y Mercantil de Santa Fé de Bogota.
Indudablemente Antillón y Simón de Roxas debieron llegar a una buena relación - los dos eran de la misma orilla ibérica del Guadalaviar que mira a Teruel y Javalambre - igualmente ambos comenzaban con el siglo a dar a la imprenta sus trabajos, logros que fomentarían su mutua consideración, compañerismo incluso intimidad, como evidencia la secuencia  del trasvase de las mediciones y alturas de las cumbres granadinas, la estimación que le manifiesta Clemente en su protesta y la cumplida satisfacción que recibe, son hechos que hablan por sí mismos.
Hay más detalles, por 1805 se crea el Real Instituto Militar Pestalozziano, donde Antillón fue nombrado “Censor de todo lo perteneciente a matemáticas sublimes". Simón de Roxas también estuvo vinculado a esta efímera institución que  promovieron circulos del poder, en los que estaba el coronel Francisco Amoros, secretario personal de Godoy y uno de los cerebros del affaire norteafricano de Clemente y Badía, además de cuñado del protector y muy amigo de Simón de Roxas el hacendado afincado en Sanlúcar ilustrado y tambien liberal Francisco de Therán.
Sorprende la pertenencia de Antillón a este Instituto pues es sabido que aborrecía a Godoy principal impulsor y valedor del mismo.
También resulta llamativo que en esos primeros años del XIX por las clases de árabe de los Reales Estudios, aparezca Domingo Badía reconocido masón, orientalista, viajero y competentísimo en la materia que enseñaba Antillón en ese lugar y momento como pronto se vería.

Por último señalar alguna última posibilidad de encuentro en Sevilla 1809 o en Cádiz a principios de 1810, por donde Antillón estuvo con la Junta Suprema de Defensa  y por donde también andaba en esas fechas Simón de Roxas.



Extraordinaria y muy recomendable la biografía de Isidoro Antillón cuyo retrato trae la portada de esta igualmente recomendable correspondencia.

* A propósito de las vicisitudes de Clemente  para publicar su Ensayo, ya puede verse detalladamente la aventura que supuso su primera edición y otras en la nueva biografia que estabamos esperando.